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Imperio de lo breve y de la tiranía

Quienes nacimos cuando Internet no existía, hoy somos inmigrantes adaptados que debemos reencauzar los códigos con los “nativos”.

Desde que Internet se pasó a la concepción 2.0, los usuarios hemos dejado de ser simples mirones pasivos para pasar a tener un protagonismo impensado. A fines de los ´90, las posibilidades de “navegar” se restringían a la posibilidad de conocer lo que otros querían decir sobre sus empresas o instituciones.
El gran fenómeno de las redes sociales potenció la participación universal a niveles impresionantes. Ahora, es posible dejar un comentario, subir fotografías y videos, armar emisoras virtuales de radio, gestionar un blog, y decirle a mucha gente lo que uno piensa, aunque muchas veces parece que se dijeran cosas que no fueron pensadas seriamente antes. Es posible también que todas esas posibilidades no nos sirvan para estar menos solos, aunque parezca paradójico.
A principios del siglo 20, una persona recibía alrededor de 60 noticias diarias sobre variados temas (60 parece un gran número) pero con la aparición de los teléfonos móviles y sus mensajes de texto, más todas las otras tecnologías a disposición los impulsos informativos que uno puede recibir a diario pueden alcanzar a 2000. ¿¡No es una barbaridad!?
Una persona en estos días recibe información de la radio, la televisión, los correos electrónicos, los mensajes de texto y de voz, y si quiere puede leer cuantos diarios se le ocurran en la web o comprar alguna edición de papel e, incluso, llevarse una publicación en forma gratuita como es el caso de Primer Día.
La pregunta es cómo hacen hoy las personas para seleccionar de toda esa maraña informativa lo que es importante, trascendente, y que contribuye al engrandecimiento de su mente y de su espíritu. Todo esto sin contar que la otra parte de la información proviene de las escuelas, universidades, de los libros, y de otros congéneres junto a los cuales uno hace ejercicios a través del diálogo, la discusión, el debate, la confrontación, el intercambio de ideas, la crítica, etc.
Pareciera una empresa imposible cumplir con el mandato de ser un hombre “informado” y “formado” y pareciera que las instituciones educativas no estuviesen preparadas para tamaño desafío.
Sin embargo, tal especulación no es del todo cierta porque aun en el contexto de bombardeo informativo al que somos sometidos, todavía tenemos grandes posibilidades de lograr la meta. Para eso, hay que aprender a aplicar filtros y a separar lo que contribuye de lo que no. Y ésa debiera ser la función esencial de la escuela en estos días.
Porque lo que se ve hasta ahora es una gran tiranía de sujetos que se sientan varias horas por día en una computadora y se creen con derecho a criticar sin fundamentos, a ningunear a los que opinan diferente, y a agredir con groserías y malas palabras cuando la impotencia los vence.
La posibilidad de participar en redes sociales puede ser vista como una amenaza y como una oportunidad. En el primer caso, servirá para que los insensatos digan cuanta paparruchada les venga en mente sin medir consecuencias ni eventuales daños.
En el segundo de los casos, puede servir para ponerse a debatir en la comunidad sobre los temas que son realmente trascendentes. ¿Se imaginan al vecindario electrónico opinando sobre cómo deben utilizarse los recursos públicos en la ciudad?. Pareciera que los sueños ya no tienen límites.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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