Recientemente, la ciudad vivió un episodio de saqueo de un secuestro de ropa de dudosa procedencia ordenado por la Aduana. ¿Hecho aislado?
Jesús María volvió a ser título de medios de comunicación nacionales y de otras provincias por un hecho inédito en la historia reciente de la ciudad cuando una turba de vecinos de diferentes sectores se apostó junto a un camión donde se había colocado mercadería de procedencia dudosa, tras un secuestro ordenado por Aduana.
Lo que ocurrió allí demanda, como mínimo, un análisis de todos los componentes que derivaron en un atropello a la fuerza de seguridad que custodiaba la mercadería secuestrada y en imágenes de gente desesperada por una manta o frazada de escaso valor económico en el mercado.
En primer lugar, un cuestionamiento a la demora que generó Aduana en llevarse del lugar la mercadería secuestrada. Si lo hubiesen hecho por la noche, cuando se detectó ese material de procedencia dudosa, el hecho ni siquiera hubiese llegado amplificado a los medios de comunicación.
En segundo término, el estado de exaltación que genera la presencia de la televisión provincial: gente que se moría por tener su segundo de fama en algún canal capitalino exagerando la situación de necesidad que padece parte de la población local.
Otro cuestionamiento a la manera en que se manejó el procedimiento de custodia por parte de la Policía y la demora que tuvieron en solicitar la presencia de refuerzos que, evidentemente, no tenía la Departamental Colón para aportar.
Un dato que no fue menor: la presencia de agitadores y de delincuentes entre quienes esperaban que se desbordara todo para saquear el camión con la mercadería.
Y una certeza: si los norteños que trasladaban mercadería de dudosa procedencia no hubiesen roto el colectivo, probablemente, habrían pasado sin que ninguna requisa les secuestre la mercadería que tenía como destino alguna feria de ropa ilegal como las que pululan en todo el país.
Y una preocupación: entre las personas que arrojaban piedras sin distinguir entre saqueadores, policías, periodistas, y demás gente que estaba en el lugar había niños de ocho, diez, y doce años. ¿Qué hacían allí? ¿Por qué ningún adulto les hizo una reprimenda? ¿Es lógico que se comporten como delincuentes sin que una comunidad los corrija?
Seguramente, en el análisis faltan mejores argumentos, estadísticas, y la opinión de especialistas, pero sirven para esgrimir nuevas preguntas a un orden de cosas que en la ciudad pocos cuestionarían.
Por una parte, que existen franjas de la población que pasan necesidades, que realmente necesitan auxilio para vestimenta, abrigo, calzado. Es la misma franja que tiene a sus hijos en los comedores Paicor y cuyos padres suelen comer salteado. Son vecinos de barrios periféricos a los que les sigue faltando contención social en aspectos materiales.
Por otra parte, que para esos sectores las políticas que bajan tanto del gobierno nacional, como provincial o municipal siguen resultando insuficientes. Afortunadamente para ellos, hay un trabajo de voluntariado y de organizaciones intermedias que operan como paliativos ante esas falencias.
La Jesús María del saqueo dejó una postal triste al certificar que aquí no se vive en neverland y que falta un camino demasiado largo para recorrer hacia la dignidad humana.
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Editorial: Una Jesús María ¿invisible?

Claudio Minoldo
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como siempre, lo mejor. Viniendo de un periodista de tu calibre, no se puede esperar menos!!!!.
ResponderEliminartengo un par de cosas escritas, que me encantaría compartir con vos y con la gente que te sigue. Si te parece conveniente me gustaría que nos contactemos. Mi seudónimo es justamente el que elegí para publicar lo que con tanto amor escribo
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