Una caprichosa analogía entre un síntoma de cuerpo humano y uno del cuerpo social porque son mucho más frecuentes que lo que uno supone.
La anemia se define como una concentración baja de hemoglobina en la sangre (falta de glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas). La anemia no es una enfermedad, sino un síntoma que puede estar originado por múltiples causas.
Los síntomas que se observan en la anemia incluyen debilidad y en ocasiones se producen cambios de carácter que se manifiestan como irritabilidad, desinterés, tristeza y abatimiento. Recuperarse de una anemia diagnosticada a tiempo es bastante sencillo, frecuentemente basta con consumir alimentos que contengan minerales y vitaminas.
Por otra parte, la anomia es un estado que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una comunidad. La anomia es, para las ciencias sociales, un defecto de la sociedad que se evidencia cuando sus instituciones y esquemas no logran aportar a algunos individuos las herramientas imprescindibles para alcanzar sus objetivos en el seno de su comunidad.
Según Emile Durkheim, cuando un grupo está sumamente unido, desarrolla una cantidad determinada de normas para regular el comportamiento y mantener el orden dentro de él, las cuales establecen límites para las aspiraciones y los logros así como también el accionar de cada individuo para brindar una cierta seguridad al conjunto. Para él no era posible pensar en la acción social de una forma absolutamente libre, porque sin normas no pueden existir convenios para la armonía en una sociedad y guías que colaboren con una conducta lineal que sea favorable para toda la comunidad.
Digamos que la anomia para la sociedad es lo que la anemia para los individuos. La anomia se profundiza cuando quienes gobiernan dejan de ser respetuosos con la normativa vigente, cuando una ley puede interpretarse de diferentes maneras, o cuando el cumplimiento de la ley está sujeta a los intereses del que gobierna. En el esquema de pensamiento que establece que si conviene se aplica y no se aplica si no conviene.
En nuestra zona, se vienen verificando algunos casos de anomia “moderados” y que se expresan en la falta de cumplimiento de determinadas ordenanzas sobre temas específicos. Trátese, por ejemplo, de normativas que regulan determinadas actividades industriales, o las que tienen por objetivo la defensa del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad.
No pueden los intendentes dejar de cumplir con lo que mandan las normas vigentes. Y si esas normas están desactualizadas, pues corresponde elevar un nuevo proyecto normativo a los Concejos Deliberantes para su revisión y aprobación.
Porque la falta de cumplimiento de ordenanzas por parte de las máximas autoridades políticas de una región habilitan a que un ciudadano cualquiera se niegue a cumplir otra ordenanza determinada. Es lo que el dicho señala acerca de “predicar con el ejemplo” o de anteponerle hechos a las palabras.
Ninguna sociedad puede vivir sin leyes y ningún ciudadano puede pretender saltearse el cumplimiento de las leyes bajo el pretexto de que otro no las cumple. Pero las conductas de las máximas autoridades deben servir siempre como referencia. No deben propender ellas a la anomia.
Al igual que la anemia se supera con mecanismos sencillos, la anomia se supera con rápidas actitudes del cuerpo político de una ciudad. Nadie les pide milagros a los políticos. Apenas que cumplan con el principio básico de respeto a las leyes.
Para que se construya una comunidad donde no haya irritabilidad, desinterés, tristeza y abatimiento y, mucho menos, debilidad que son las características de la anemia; en este caso, totalmente traspolables al cuerpo social anómico.
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Editorial: Diferenciar anemia de anomia
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