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Editorial: La soberbia es el peor pecado de la clase política argentina

Incapaces de gestar proyectos superadores, los aspirantes a la sucesión apelan a descalificar al rival para posicionarse.

Erróneamente, muchos de nuestros dirigentes políticos creen que la llegada a un cargo los transformó en genialidades, en ilustrísimos compatriotas a los que hay que escuchar impávidos como si se trataran de grandes profestas.
La realidad señala que la genialidad no se adquiere por cargo, ni por ósmosis, ni por contagio. La genialidad es producto de una curiosa combinación de atributos en el que la inteligencia es esencial pero no es el componente más destacado.
Los genios fueron y son genios porque tuvieron y tienen una lectura de la realidad extraordinaria y un sentido de la necesidad de cambio muy de-sarrollado. Y aunque parezca increíble en sus desarrollos han tenido notable influencia los comentarios y vivencias de personas corrientes pero con gran sentido común.
En tal sentido, ¿qué podemos esperar de la clase política argentina si no es capaz de escuchar al pueblo, si no es capaz de leer lo que el pueblo necesita para crecer genuinamente?
Nos topamos a diario con políticos petulantes, arrogantes, incapaces de autocrítica, incapaces de reconocer alguna virtud en el opositor político, y que se solazan en su séquito de chupamedias a la hora de evaluar sus gestiones.
Ése es el motivo por el que en muchas ocasiones los electores terminan eligiendo a personas con capacidad para escuchar, para sensibilizarse con el dolor del otro, y para diagramar un programa de gobierno con anuncios sencillos pero realizables.
En tal sentido, la clase política local ha dado sobradas muestras de soberbia y hablan de nuestras localidades como si estuviesemos viviendo en Tokio o Nueva York.
Hay que hablar claro de una vez: en diez años no retrocedió la pobreza en nuestra región, casi no se construyeron viviendas, y sigue habiendo bolsones de pobreza muy pronunciados en los barrios periféricos. En algunos de esos sectores, sólo se hizo cosmética y marketing. En esos sectores, casi no se hizo obra pública porque los vecinos no tienen cómo pagarla.
A las gestiones actuales les queda un año de gobierno. Ojalá que los gobiernos que vengan incluyan a esos conciudadanos en sus planes y ojalá que tengan la modestia de tomar las críticas como un punto de partida para algo superador.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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