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Pizza por metro, novedosa propuesta de Adelaida

Lucho no debió haber pensado, hace 37 años, que el amor le iba  hacer cambiar de orilla del Río de la Plata. Es que este montevideano hincha de Peñarol se aquerenció de Jesús María cuando conoció a Aída y se ena-moró. Seis meses después, se transformarían en pareja y tendrían dos hijos, cinco nietos, y una pila de sueños por cumplir.
Mientras maniobra la pala para ingresar una especial con morrones en el horno de barro que le ayudó a construir su consuegro, Lucho refunfuña: “¡Hacía 40 años que no hacía una pizza! Después de viejo me pongo a renegar”.
Pero es una protesta tramposa porque no puede disimular la satisfacción de estar frente a su propio negocio después de haberlo soñado por largos 37 años. Lo dicen su buen ánimo y el de su esposa.
Abrieron las puertas de Adelaida el 28 de enero para vender 15 variedades de pizza cocidas en horno de barro y vendidas en una modalidad desconocida hasta ahora en la zona: se puede comprar por metro o por porciones.
Lucho aprendió los secretos de maestro pizzero en Uruguay, cuando trabajó en Castrobó, una de las mejores pizzerías de Montevideo, en la zona conocida como 18 de julio.
“Al oficio no te lo enseña nadie, lo tenés que robar”, explica sobre las peripecias que tuvo que hacer para aprender los secretos de una buena pizza.
Cuando se le pregunta sobre el secreto, precisamente, para que la pizza salga como la gente, no duda en señalar: “Buena harina (en lo posible cuatro ceros), no mezquinarle nada, salsa casera como la que aprendí con los tanos en Uruguay. Es preferible no hacerlo antes de hacerlo mal”.
“Y mucho amor”, agrega Aída sobre el ingrediente secreto. La mujer no cabe en su propio pecho de la emoción de estar al frente de su propio negocio.
Cuenta que muchas noches, mirando el techo del cuarto matrimonial, soñaban con ese boliche que iba a llamarse “La Bohemia”, en el que los amigos iban a ir a tocar la guitarra, a dejar poemas y mensajes en las paredes, y en el que el encuentro iba a ser el lei motiv del local.
“Siempre nos pasaba algo. Hasta se nos murió un socio justo antes de abrir el negocio. Por algo, Dios nos hizo esperar hasta este momento”, cuenta con serena resignación la mujer.
Antes de emprender este negocio, Lucho hizo su carrera como mozo en el desaparecido Kaniska donde se desempeñó durante 21 años ( de 1982 a 2001) a la orden de tres dueños diferentes, y después se pasó a Chihuahua Charlie donde trabajó otros 9 años junto a su hermano Enrique, otro uruguayo hincha de Peñarol.
Había que animarse a desempolvar el viejo oficio, que nunca se olvida, pero que no siempre se adapta al paladar o la idiosincracia de un lugar diferente.
“La técnica permanece intacta pero el miedo está porque el lugar es diferente. Allá pedís una pizza y te traen la masa pelada con salsa solamente”, explica Lucho sobre ese temor.

Un comienzo auspicioso
Hasta ahora, a poco más de 60 días de haber abierto, Adelaida ha ido creciendo en convocatoria gracias al de boca en  boca, a la recomendación. Para la otra publicidad, falta todavía un rato.
Ponen a disposición del público las siguientes variedades: común, especial, con anchoas, fugazza, palmitos, napolitana, rúcula, calabresa, y cuatro quesos.
También, hay otras pizzas más complejas como primavera, mediterránea, tropical, y la especialidad de la casa, la Adelaida.
Vale aclarar que el horno se alimenta solamente a leña y que se cocina, generalmente, a un fuego.
El lugar es pequeño pero acogedor y su decoración casi minimalista. De fondo suena una música agradable que fluctúa entre el folklore y los románticos, dependiendo del ánimo reinante.
Pero vale la pena algunos renglones sobre el producto propiamente dicho. Para muestra... ¡marche una especial con morrones!.
El cronista se sienta con los dueños de casa para compartir algunas porciones de una pizza que llega con temperatura justa, con abundante muzzarella, y con la cantidad de pimiento morrones necesaria para que excedan el mero decorado.
La masa es bajita y combina crocante con esponjosidad en partes iguales. No abusa de sal y deja una sensación agradable en el paladar. Las porciones van pasando rápidamente y realmente dan ganas de recomendarla y de añadir el número del delivery a la puerta de la heladera.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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