Por: Adrián Rolfo (Vecino de Jesús María)
Algunas decisiones para solucionar sencillas eventualidades que tienen que ver con el patrimonio natural e histórico de mi ciudad vienen siguiendo desde hace un tiempo preocupantes modelos de acción. Pareciera existir un circunscrito manual de procedimientos que está inquietándome por su falta de apego a la vida.
Si es por el bien de los niños que circulan cerca del lugar donde fueron taladas las añejas palmeras del parque Los Troncos, simbólicamente se me ocurre pensar cuáles hubieran sido sus respuestas ante una consulta previa a su destrucción. Con certeza, una breve reseña histórica de las mismas para comprender su valor patrimonial para la ciudad y un repaso sobre la función que cumplen los árboles en el equilibrio necesario para la existencia de los humanos, hubiesen resultado suficientes para salvarlas.
Tarde por cierto pero se me ocurre, a modo de ejemplo, que tal vez una sencilla solución como un aro de metal con largas púas en lo alto del tronco para evitar la trepada y el anido de los roedores, hubiese llegado a tiempo de la mente pequeña pero inocente de algún niño.
Para quienes venimos presenciando y sentimos con dolor la pérdida innecesaria y el desprecio por la integridad de los árboles y otros recursos que se viene manifestando desde la administración municipal, con su consecuente mal ejemplo y propagación en los hábitos de los vecinos, lo que queda es sólo esperar un freno a esta apenante situación y personalmente me propongo a través de este escrito generar conciencia de respeto y defensa del entorno natural de la ciudad.
Párrafo aparte para elogiar la honrada actitud del vecino que frenó la tala de la tercera palmera, ejemplo de juventud mental para muchos jóvenes.
Esta especie de texto imaginario o conjunto de peligrosos conceptos que parecen guiar el accionar de algunas personas de la región, que siguen contribuyendo a agravar el deterioro del medioambiente y la salud en general, y que he dado por llamar el “manual de los bárbaros” se caracteriza por un listado de instrucciones a seguir con estrechas perspectivas de sustentabilidad y una tendencia predadora tan antigua como algunas de las polémicas actividades que se llevan a cabo en las tierras de nuestra región.
La falta de imaginación, la fatalidad y siempre la expiración innecesaria de algún ser vivo son modalidades que se repiten irresponsablemente en la manera de proceder, no importan tanto las consecuencias a largo plazo sino transmitir y transmitirse una falsa sensación de efectividad, y qué mejor ocasión que algún indefenso ser vivo que cometió el único error de nacer, a menudo muchos años antes que nosotros.
Motosierras, topadoras y venenos son imprescindibles herramientas en el círculo chico del manual de los bárbaros, manual que ha resistido el paso de muchos años y de nuevos conocimientos científicos. Con frecuencia ni un título universitario, ni la capacitación ineludible para ejercer una función pública son garantía suficiente para algunas apresuradas decisiones que no pueden resistirse al facilismo de aplicar las fórmulas de los bárbaros.
Mientras tanto los métodos alternativos a la destrucción siguen esperando y las que hubieran sido soluciones más creativas, sustentables y saludables siguen dando vueltas motivadas por la nostalgia de las centenarias palmeras que ya no están. Mientras tanto, el escenario político electoral que se nos aproxima y que definirá la suerte de la ciudad para los próximos años sugiere, al menos para nuestro patrimonio natural, un panorama bastante gris con nubarrones cargados de indiferencia, un pronóstico desalentador pues para la mayoría de los candidatos desde hace tiempo las cuestiones relacionadas con el medio ambiente vienen y siguen pasando inadvertidas y por un total desinterés.
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