La gente condena en general la soberbia y aprueba las ansias de superaciĆ³n. Pero ambos caminos a veces tienen intersecciones peligrosas.
Alguna vez, un funcionario polĆtico de nuestra regiĆ³n emitiĆ³ una sentencia contra un periodista de nuestra regiĆ³n diciendo: āĆse se cree GarcĆa MĆ”rquezā.
Pero una cosa es que el funcionario considere que ese periodista realmente āse las creeā y otra muy diferente es que el comunicador aspire a ser algĆŗn dĆa como el Gabo.
Quienes escribimos no podemos ocultar nuestra admiraciĆ³n por el genial escritor colombiano, cuyos primeros palotes los hizo magistralmente dentro del periodismo.
Pero tambiĆ©n sabemos lo lejos que estamos de generar un tipo de escritura tan original que nos transforme en un nuevo Gabo. Ante ese reconocimiento de diferencia de talento, cabrĆan dos actitudes: una es darse por vencido, seƱalar que nunca escribiremos como GarcĆa MĆ”rquez, renunciar a esa aspiraciĆ³n. Y otra actitud puede ser pensar en que nos gustarĆa algĆŗn dĆa escribir parecido a Ć©l y hacer los esfuerzos por acercarnos a ese horizonte siempre lejano. Muchos elegimos la segunda vĆa que dista mucho de ser el creerse GarcĆa MĆ”rquez.
Pero lo triste es cuando un funcionario ni siquiera aspira a ser como algĆŗn lĆder polĆtico trascendente. No solamente no se cree un Gandhi, un Martin Luther King, un Nelson Mandela, un Alfredo Palacios, un Lisandro de la Torre, un Oscar Alende, un Arturo Frondizi, un Humberto Illia, un Juan Domingo PerĆ³n. Tampoco aspira a ser como ninguno de ellos y se queda enquistado en el poder aunque ningĆŗn servicio Ćŗtil le preste a la comunidad que le paga su remuneraciĆ³n, a veces durante aƱos.
Hay funcionarios que parecen protozoos, amebas, parƔsitos, animales sencillos formados por una sola cƩlula mediante la que realizan todas las funciones vitales.
Estamos en un tiempo en que los funcionarios utilizan el ataque a los comunicadores como estrategia para ocultar sus propias incapacidades o disipar las investigaciones que pesan sobre ellos. La comunidad estĆ” preparada para distinguir las maniobras de ambos.
Otra juventud se necesita
Entusiasma ver el repentino aunque no casual interĆ©s de la juventud por participar de la vida polĆtica de nuestras ciudades y del paĆs. Milite en el espacio polĆtico que milite. Debieran propagarse en cada agrupaciĆ³n, enfrentar con ideas a sus pares adversarios, contrarrestar ataques, mejorar propuestas.
Nuestro paĆs tuvo oportunidades para ello en los ā70, pero hubo supresiĆ³n de pensamiento, negaciĆ³n, desapariciĆ³n, silenciamiento.
Otro escenario tan malo como Ć©se se viviĆ³ en los ā90 cuando se nos hizo creer que por la vĆa del desarrollo personal iba la cosa y muchos de los estudiantes de ese tiempo se abocaron a estudiar la manera de conseguir trabajos que les aseguraran el bienestar material. Lo consiguieron, pero a un precio muy alto para el desarrollo del paĆs. Su falta de interĆ©s en las cosas de todos provocĆ³ que otros se adueƱaran de los espacios polĆticos. Y no fueron los mĆ”s capaces, los mĆ”s formados, los mĆ”s preparados sino una caterva de aprovechadores que siguen manteniĆ©ndose en el poder y manteniendo de rehĆ©n a la comunidad.
La pregunta es cĆ³mo desalojar a estos y acercar a aquellos para la construcciĆ³n de lo que falta. Si mucho es lo que se hizo desde los tristes dĆas de fines de 2001, tambiĆ©n es cierto que falta mucho y para ese mucho hacen falta los mejores.
Lamentablemente, no hay una respuesta fĆ”cil a esa pregunta. Por lo pronto, bueno es estimular la maquinaria de los sueƱos y alentar a la juventud para qe vaya ocupando el espacio que ocuparon los vivarachos y los pillines porque otra construcciĆ³n es posible. De eso no cabe ninguna duda.
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Editorial: Creerse vs. querer ser
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