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Editorial: Más hemisferio derecho

Si la creatividad está vinculada al desarrollo del hemisferio derecho del cerebro, entonces se hace preciso pedir a la clase dirigente más desarrollo.

El sentido común es el menos común de los sentidos, señala la frase popular sin dejar de tener bastante de razón. El sentido común nos advertirá que si ejecutamos determinada acción le corresponderá determinado resultado. Ejemplo: si acercamos cada vez más un dedo a la llama de un fósforo terminaremos por quemarnos. La presencia del calor cada vez más fuerte nos advertirá de ese resultado.
Hace falta, sin lugar a dudas, una clase dirigente con sentido común, pero más que eso: hace falta una clase dirigente que tenga más desarrollado el hemisferio derecho del cerebro.
Gracias al hemisferio derecho, entendemos las metáforas, soñamos, creamos nuevas combinaciones de ideas. Es el experto en el proceso simultáneo o de proceso en paralelo; es decir, no pasa de una característica a otra, sino que busca pautas y gestaltes. Procesa la información de manera global, partiendo del todo para entender las distintas partes que componen ese todo. El hemisferio holístico es intuitivo en vez de lógico, piensa en imágenes, símbolos y sentimientos. Tiene capacidad imaginativa y fantástica, espacial y perceptiva.
Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a una clase dirigente -aunque siempre hay valiosas excepciones- que se la pasa calculando réditos, que especula con la satisfacción de sus propias necesidades antes que las necesidades de la organización o institución que encabeza, y que mide casi todo en función de costo-beneficio.
Esa clase dirigente tiene incapacidad para medir el valor de las cosas intangibles. Que un padre perciba una remuneración justa por su trabajo es un buen comienzo, pero mejor es que ese padre tenga tiempo para compartir con su familia, que vuelva feliz después de haber realizado sus tareas, que sea reconocido en sus esfuerzos y alentado en sus bajones, y que forme parte del círculo virtuoso que generan las personas felices porque contagian el entorno.
La clase dirigente tiene la obligación de que las personas que están a su cargo cumplan con ambas metas: remuneración justa y estado de bienestar mientras realiza su trabajo.
Y volviendo al inicio de estos pensamientos sueltos, no será posible una dirigencia diferente si no hay desarrollo del hemisferio derecho del cerebro.
Al hablar de dirigencia, nos referimos no sólo a la clase política sino también a la que conduce a las instituciones intermedias, a quienes están frente a organizaciones gremiales, a quienes se desempeñan frente a un aula, en una sala de hospital, en una comisaría, en un estrado de tribunales, en una institución deportiva.
Pero también es válido aclarar que de todos esos dirigentes, quizás los que tengan mayor responsabilidad sean los políticos porque a ellos se les encomienda la prestación de servicios básicos con impuestos que aportamos todos los ciudadanos. Los elige la ciudadanía en elecciones cada cuatro años, es cierto, pero no para que hagan lo que se les ocurre sino lo que es necesario hacer en pos de la mentada “calidad de vida”.
Por supuesto que se trata de una invitación al esfuerzo. No se puede de un día para el otro apreciar una buena pieza de música, o disfrutar de una pintura, o conmoverse ante la dificultad del otro. Pero progresivamente, un dirigente que desarrolle su hemisferio derecho del cerebro estará mejor preparado para conducir a sus dirigidos, será creativo, logrará motivar a su equipo, y probablemente logre transformar el entorno que le fue encomendado.
En el fondo, también le será útil para armonizar su círculo más íntimo. Es una expresión de deseo: que haya contagio masivo de dirigentes dispuestos a cambiar, dispuestos a ser diferentes, dispuestos a no ser más de lo mismo, dispuestos a mejorar su porción de mundo.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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