El autor de Una amenaza invisible rodó por numerosos congresos nacionales e internacionales, pero no había tenido la posibilidad de presentar el libro en su terruño. Lo hizo el jueves en la Casa de la Cultura.
Fernando Manera siempre fue un profesional inquieto, con ansias de incorporar nuevo conocimiento. Cuando habían pasado los primeros años del siglo 21 decidió investigar para confirmar o descartar que la aparición de numerosos casos de cáncer y leucemia en la zona tenía relación directa con la aplicación de agroquímicos.
Pero la tesis original del trabajo de investigación fue ampliando su base hasta determinar que la influencia de los productos químicos en nuestro cuerpo es elevadísima y que la exposición a ellos se realiza sin que tengamos información correcta sobre cómo disminuir riesgos.
Así descubrió que estamos sometidos a químicos que se aplican en el hogar (insecticidad, tabletas para mosquitos), a químicos que consumimos en alimentos (conservantes, colorantes, aromatizantes), y a químicos que recibimos por vía oral o intravenosa en medicamentos y artículos que compramos en farmacias.
En definitiva, los agroquímicos forman parte de un combo químico al que estamos expuestos y que, sin ningún tipo de control o restricción, seguramente nos enferman.
El mérito de Manera fue enlazar diversas investigaciones científicas que dan cuenta de esta elevada exposición a químicos que vivimos en cada una de las ciudades. Y en el medio de sus investigaciones, Manera tuvo que lidiar con la aparición de un cáncer en su propio cuerpo.
Por eso, Una amenaza invisible es el resultado de al menos cinco años de recopilar investigaciones, darles un orden, y convertirlas en material de lectura para que el ciudadano de a pie entienda de qué se está hablando cuando se habla de químicos.
El jueves pasado, un reducido auditorio pudo escucharlo por primera vez en su Colonia Caroya natal, cuatro años después de haber sido presentada la primera edición del libro. Seguramente, será el puntapié para futuras disertaciones que tendrán lugar en Caroya.
¿Algunas de las cosas que planteabas en 2008 se fueron subsanando o siguen siendo materia pendiente?
- Hay cosas que se cambiaron. Posiblemente el cambio más importante fue retirar el Lindano de la comercialización porque el Defensor del Pueblo se puso al frente de la denuncia que bloqueó una comercialización de varios millones de pesos. También se logró frenar la fabricación del Endosulfán. O la prohibición de las mamaderas plasticas con bisfenol A. No puedo decir que haya sido el libro, pero hubo muchas cosas que cambiaron.
Quizás el libro ayudó a que se profundicen algunas líneas de investigación
- El libro en sí no es un trabajo científico. El libro es una recopilación de trabajos científicos de mucha gente de todo el mundo. Lo que hice fue sacar conclusiones que parecieron estar en lo correcto.
El nudo gordiano sigue siendo cómo hacer para que la incidencia del mundo químico sea menos riesgosa y para eso hace falta educación e información
- Si supiésemos cómo hacer para que ese mundo químico nos afecte menos no enfermaríamos tanto, disminuiríamos riesgos. Y de paso, cuando alguien nos venga a hablar sin un mínimo fundamento nos daríamos cuenta si nos está charlando o si nos quieren orientar hacia alguna tendencia. Si la gente no tiene información clara, se embala. Hoy, la gente está viendo que hay cáncer, que hay leucemia, que los chicos se enferman, que se altera el comportamiento, que hay más casos de autismo. A esa situación trata de encontrarle un culpable. Para ayudar a subsanar esa falta de información es que pude escribir el libro y lo puse a disposición de la gente.
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Cuatro años después, Fernando Manera pudo presentar su libro en su Colonia Caroya natal
Claudio Minoldo
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