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González

Con la excusa del linaje y el árbol genealógico familiar, la autora explora los caminos de la ambición personal, el entramado familiar, y la sumisión en la pareja con dosis enormes de buen humor y picardía.

Por: Analía Juan (Escritora de Jesús María. Con orientación en literatura infantil)

González, me tenía que llamar, sólo González. Distinto sería si hubiera sido un González Azcuénaga, o un González Iribarren, o un ¡González Supremo de la Santa Madona! Pero no, González a secas. Por eso mismo cuando dije: ¡ahí está!, ¡esa es la lancha que me gusta! el vendedor hizo esa mueca de levantar las cejas y me dio dos palmaditas de resignación.
─ Mejor pase por aquí. ¡Mire qué botes de fibra de vidrio! Doble fondo reforzado, bancadas centrales para remos, cuatro posacañas, doble guantera. Un bote de primera, totalmente financiado y cuando pueda…le pone un motorcito fuera de borda.
…Y este… ¡¿qué se cree?! ¿Acaso el apellido me marca, como en el campo? Sí, sí, soy ganado raza González, variedad medio pelo, habita en organismos públicos y se adapta bien a las casas de plan. Mucho saco y corbata, mucho pin dorado en la solapa, pero seguro que él es raza Pérez, y se puede ir metiendo el plan financiado en el traste, junto con el botecito. Ya lo quiero ver cuando venga con la guita y me lleve hasta el trailer de la lancha, voy a pedir que me atienda el dueño y que este gil vea cómo se le esfuma comisión en las narices.
─ Mire tranquilo nomás, ya le alcanzo unos folletos para que lo consulte con su señora.
¡¿Para que lo consulte con su señora?! Ya decía yo, es un gobernado y se cree que todos somos como él. Por lo menos me dio un folleto completo… ¡qué linda está la lancha! Mejor lo encanuto junto con los impuestos, si lo llega a ver la gorda me la hunde antes de comprarla.
Pero cuando cobre la herencia… y caiga a casa con lancha… es como si la escuchara:
─ ¡Gustavo! ¿Te volviste loco vos? ¡Te compraste la lancha nomás! Claro, total los muebles de la cocina pueden esperar, ¡ni auto tenemos!, ¡¿adónde la pensás enganchar, pelotudo?!
─ ¡Shh! Calladita y se me arregla, vamos, que al auto lo elige usted, después vemos los muebles.
Ahí sí, se le va a llenar la cara de risa; ahí sí, va a decir: “Viste mamá, al final Gustavo no es un mediocre como vos pensás”. Ya las veo a las dos, aplastando al auto, de acá para allá, visitando la parentela. Por mí que hagan lo que quieran, yo agarro la lancha y me mando a mudar al lago, y bien al medio, cosa que no me jodan.
¿Estará abierta la panadería? Por lo menos es viernes, la vieja se va a lo de Laurita, claro porque ella se casó con un chico bien, no con un González, tiene un chalet en las sierras…Pura paja brava y piedra, y un arroyo de mala muerte que ni mojarras trae. Ahora me miran desde arriba, pero cuando tenga guita… van a andar, Gustavito de acá, Gustavito de allá… ¡minga que van a hacer facha en mi lancha!
¡Pucha! Dónde habré puesto las llaves.
─ Mónica… ¿me abrís? no encuentro las llaves. Me demoré porque se me pasó el colectivo, te traje unas facturitas para el mate.
─ Llamó el abogado. Por lo de la herencia.
─ ¿Y?
─ Dice que falta menos. Publicaron el edicto, pero dice que no te hagas ilusiones, se presentaron como cincuenta parientes con el mismo apellido, a lo mejor te toca algo. También vos… González te venís a llamar.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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