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Editorial: Transiciones tranquilas

El traspaso de un gobierno a otro suele ser menos caótico cuando los actores se conocen de antemano y vienen trabajando juntos.

Ramón Javier Mestre debe andar con los pelos de punta mientras aguarda que su antecesor, Daniel Giacomino, no le deje un caos peor del que deberá afrontar cuando se transforme en el intendente de la ciudad de Córdoba.
Por las dudas, anda señalando que revisará contratos y le sugiere a Giacomino que no tome más resoluciones que graviten sobre las arcas municipales. Y eso que se trata de una transición cortita.
En Sinsacate, Carlos Ciprián sucederá a Carlos Ciprián y, salvo los concejales, el equipo será más o menos el mismo que lo acompañó hasta hoy: José Luis Villafañe, José Cresta, Andrés Carrillo, y Horacio Tesino, entre los cargos más importantes.
En Caroya, Luis Grión sucederá a Rodolfo Visintín de quien es su secretario de Gobierno, de modo que conoce a la perfección cuáles son las posibilidades de diagramar el primer año de gestión con los recursos con que cuenta el municipio y los compromisos que adquirió para los primeros meses del año próximo.
Hay muchos nombres en danza respecto del gabinete de Grión, pero no parece hoy una preocupación demasiado importante ya que una buena parte del gabinete que acompañó a Visintín seguirá en sus funciones. Habrá que ver cómo les va a esos funcionarios cuando lleven ocho años en su cargo.
Y Gabriel Frizza se recostó sobre lo que ya conoce desde dentro del municipio y, paralelamente, se abocó a acompañar a la actual gestión en las reuniones por los barrios para ir empapándose de las necesidades y demandas de cada uno de los sectores.
En los tres casos, la transición parece un mero trámite y también genera una sensación de continuidad que puede ser peligrosa en el sentido de que, a veces, se pierde la perspectiva respecto de que los ciudadanos esperan nuevos y mejores servicios que los que ya tenía.
Cada acción que generó un antecesor tiene para la ciudadanía el valor de “derecho adquirido” y necesitará ver como los nuevos se las ingenian para no seguir ofreciendo más de lo mismo. Es decir, no deberían recostarse sobre lo que los ciudadanos aprobaron y valoraron sobre lo hecho antes. Por el contrario, debieran ir delineando lo que se denomina una impronta distinta que diga motorizando los anhelos y los sueños de los habitantes de esta región.
Afortunadamente, hay sueños de muchos colores y tamaños. Algunos piensan, por ejemplo, en el desarrollo de nuestras ciudades de modo sustentable, en plena armonía con la naturaleza y contribuyendo a mejorarla.
Otros sueñan con mejorías en sus barrios -especialmente en infraestructura- aunque no se trate de sectores con poder adquisitivo como para financiar su construcción. Allí, donde no habrá “contribución por mejoras” el municipio también debe llegar.
Unos pocos, los más delirantes quizás, piensan en ciudades que resguarden el pasado, que protejan el patrimonio, que transformen en hito turístico todo aquello que nos hace diferentes: una torre, una capilla, un conjunto de casonas de época.  Dicen que los delirantes, los que están en estado de temulencia, y los niños dicen la verdad... ¡pues habrá que escucharles, entonces!.
Y se trata de batir todos los sueños en una misma licuadora y sacar proyectos y ejecutar acciones que vayan dejando satisfechos a todos, absolutamente a todos.
Y qué bueno sería que los próximos tres gobernantes de nuestra región aprovechen su cercanía generacional para estrechar definitivamente los lazos y se proyecten obras y servicios en conjunto, muchos de los cuales se han visto postergados. Ojalá que esta transición sirva para alumbrar buenas y nuevas ideas para el futuro.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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