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Democratizar los partidos, ese desafío pendiente

Hubo dirigentes nacionales y provinciales que lograron convencer a nuestros coterráneos sobre la conveniencia de evitar las internas partidarias, pero la ansiada unidad de lista nunca funcionó.

De tanto en tanto, aparece alguno de esos iluminados que piensa que se puede saltear la instancia de elegir democráticamente a quienes tienen que conducir los destinos de un partido político a nivel local.
So pretexto de unidad, se han vulnerado cartas orgánicas partidarias, se han inventado prórrogas que no existen en los estatutos, y se ha logrado que muchos afiliados dejen de participar de esos necesarios procesos de elección para sacar a los mejores hombres y mujeres.
La realidad muestra que alentar esos procesos no ha hecho más que dilatar lo que en la dinámica partidaria se da. Disparidad de criterios habrá siempre, disparidad de objetivos habrá siempre, y disparidad de concepciones sobre la ciudad en la que uno quiere vivir también habrá siempre.
De modo que no queda otra alternativa que ir a las urnas y dirimir cuál de los proyectos para el partido son los mejores.
En nuestra región, abundan los ejemplos (malos, por cierto) de prácticas que no han hecho más que dividir.
Quién garantiza la convivencia dentro de un partido, cuyas autoridades son sacadas a las patadas y cuyo reemplazo deviene de la dedocracia provincial.
Quién garantiza el normal funcionamiento de un partido cuyas autoridades excedieron largamente el mandato otorgado en la elección interna y que por un artilugio de un congreso provincial permanecen al frente hasta nuevo aviso.
No solamente hay una exigencia para las gestiones de gobierno y para las escuelas respecto de formar ciudadanos. El ámbito natural para la construcción de cuidadanía debieran ser los partidos políticos.
Es hora de impedir que aquellos iluminados digiten la forma en que los partidos a nivel local deben dirimir sus diferencias.
Ni hablar de los dirigentes que aspiran a conducir a sus partidos en el Departamento Colón, quienes han mostrado egoísmo y han hecho primar intereses particulares con tal de no desprenderse de las prebendas que suelen ofrecer los partidos a sus protegidos.
Lo que ha pasado en las últimas semanas no deja de ser alentador con la aparición de dos listas para las internas del radicalismo y la presentación en sociedad de una nueva facción del justicialismo.
Es en la diferencia, en la comparación, donde los afiliados pueden pasar la zaranda y elegir.
Lo otro es una manera retorcida de concebir la democracia, donde un pseudo discurso de unidad reemplaza al debate y donde un monólogo pretende instalarse como sifuese el producto de un debate que nunca hubo, aunque debería haber sido.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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