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Diario para un nuevo año

Por: Juan Manuel García Escalada (Psicólogo Social y Docente).

¿Leyeron  en alguna ocasión el diario que Cristóbal Colón escribió en su trayecto a las tierras que pretendía descubrir?... Fue  escrito hace más de 500años.
Escribe: “…Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos tranquilos, todos de buena estatura, gente muy hermosa: los cabellos lacios como sedas, de ojos muy hermosos y no pequeños. Traían ovillos de algodón hilado y papagayos…”
Colón creía que había llegado a las Indias Orientales y los llamó “indios”. Había alrededor de 50 millones de habitantes en estas tierras. Después de 150 años quedaban tan sólo 4 millones.
¿Qué sucedió para que esos seres originarios, que recibieron con los brazos abiertos a los españoles y se los definió como “gente muy hermosa”, hayan desparecido bajo la conquista?
El  humano es el único ser que, por curiosidad, va a cruzar los océanos, subir montañas, explorar en selvas y desiertos, viajar hacia las estrellas, para saber que hay allá, en la otra frontera. No obstante sentirá siempre temor (casi terror) de hacer el “viaje interior” (el auténtico viaje de la vida)… Y llevará siempre la creencia: que la verdad de él, es la única y que está por sobre toda otra estirpe que encuentre a su paso.
Y eso es, en definitiva, miedo al otro. Miedo al diferente. Si no está de acuerdo conmigo, lo sacrifico y -si es necesario- hago una guerra para exterminarlo. Ejemplos en la historia hay  montones.
Y en lo cotidiano lo vemos en la discriminación  que se practica sobre aspectos que van desde lo político, religioso, profesional y hasta en el uso de la ropa.
Te discrimino porque no piensas como yo. Te discrimino porque eres feo, o pobre; o flaco, o gordo; o alto o bajo; o morocho o rubio, por tener una enfermedad crónica, etc, etc… ¿Y no creen que todos esos actos no son sino miedo al otro? Lo diferente  rompe con los límites que nos “mantienen seguros”, en nuestro propio espacio y mundo.
 Nadie puede ostentar la verdad; comprender que todos aprendemos de todos, y que  en la convivencia cotidiana hay que aceptar a la otra persona con lo que ella desea ser.
Cuánto deben haber sufrido esos pueblos el rigor que impusieron los colonizadores?
Dejaron marcas genéticas y culturales en las generaciones que les sucedieron, (ya mezclados  con los españoles). Marcas que nuestra historia nos muestra en la violencia de cómo se conformó nuestro país.
 Fray Luis de las Casas, el sacerdote dominico que defendió hasta lo que pudo a nuestros antepasados americanos escribió, (espantado de los horrores del exterminio):  ”No, y mil veces no, ¡paz en todas partes y para todos los hombres, paz sin diferencias de raza!.  Sólo existe un Dios, único y verdadero para todos los pueblos, indios, paganos, griegos, bárbaros…”.
Hechos históricos que quieren negarse, ejemplo:  holocaustos, dictaduras que dañan la dignidad humana.
 La historia quiere reivindicarse, se lo merece.  Algunos intelectuales  dicen que ya no hay historia, por el supuesto “triunfo” del capitalismo global.  Pero sin historia  no hay existencia humana. No podríamos  enamorarnos de nadie, porque  aunque suene difícil, lo que nos enamora es la historia de las personas, y si la conocemos y la aceptamos podemos seguir construyendo otras hermosas historias humanas, que también son historias urbanas, sociales y mundiales.
Hacer una gran historia que cuente historias de respetos, de diferencias que nos igualen. Desafíos que deberá encarar la humanidad.
Muchas alegrías. Mucha Paz. Y animarse a hacer el viaje hacia nuestro interior humano.
Que vuestros  sueños, al decir de Shakespeare, construyan sus mejores realidades humanas.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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